Monday, October 24, 2005

Cada cosa a su tiempo

Creía que buscaba
un vacío en el que despeñarme,
un clavo ardiendo,
a alguien para alimentar
mi hambrienta y
salvaje vanidad.

Creía que te buscaba
como única cura posible
a una extraña enfermedad
de efecto devastador.

Creía que te buscaba
para poder encontrarme.

Pero casi nunca los planes
salen como uno espera,
y a veces es mejor:
Tuve que despeñarme solo,
en más de un millón de acantilados,
y agarrarme a mil solitarios clavos
-ardientes y fieles clavos
con cuerpo humano-.
Sí, y torturarlos, creyendo a veces
que eras tú,
que eras tú a quien destruía.
Y puede que lo fueras,
pero yo aún no era yo.

Tuve más tarde que vencer a puñetazos
a la vanidad y a la hipocondria,
lavarme las heridas,
enseñarme a sonreir.
Simplemente: aprendí a ser.
Luego te vi.
Después te quise.

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